(Para ler o texto em português clica em: Empatia)
Apatía, simpatía, compartía, empatía, y otras tías.
(Una historia real)
La joven caminaba con pasos firmes y constantes por el centro de la ciudad, cuando observó una multitud voceando con pancartas en las manos. Se acercó al grupo con la misma decisión que la caracterizaba y se puso a escuchar sus demandas por un salario y condiciones laborales más dignas. Siempre sintió simpatía por la situación de los profesores, por eso resolvió quedarse a escucharlas con más atención.
_ ¿Les parece digno nuestro sueldo? – Preguntó uno de los profesores con un micrófono en la mano.
_ ¡No! – Contestaron los demás a una voz.
_ ¿Creéis que somos tratados con respeto?
_ ¡No! – A las demás voces se sumó la voz firme y potente de la joven, que para el entonces ya compartía la indignación del grupo.
_ Los políticos deben saber que existimos, que somos esenciales para la sociedad, y que no nos dejaremos avasallar por ellos.
_ Así es! – gritó la joven, saltando entre la multitud.
_ Ocupemos el ayuntamiento para exigirles una solución sin demora. Basta de esperar. ¡Vayámonos ahora! – Dejando a un lado el micrófono, el hombre salió corriendo seguido de la multitud y de la joven, que en aquel momento se había olvidado del encargo que tenía y solo pensaba en «conquistar el mundo».
La multitud decidida a hacerse escuchar, invadió el ayuntamiento de la ciudad, provocando una confusión entre los funcionarios que no tuvieron tiempo de frenar la avalancha de personas. Sin encontrar resistencia el grupo se instaló en el salón de plenos y exigió la presencia del Alcalde para debatir sus exigencias. Y Allí estaba ella, Una joven determinada, que desconocía la palabra apatía. Gritaba entre los demás, como si fuera parte del grupo, sintiendo y compartiendo la indignación que corría por las venas de aquellos individuos y que por algún motivo misterioso, ahora también corría por las suyas.
_ ¿Tú crees que el Alcalde se presentará? – Le preguntó una señora con gafas y voz dubitativa que estaba sentada a su lado.
_ Yo creo que si él no se presenta, deberíamos invadir su sala. – Contestó la joven sin dudar en hacerlo si fuera necesario.
_ ¡Vaya! Que determinación tienes… yo no soy así… vine aquí porque todos los demás profesores del instituto donde doy clases han venido. Pero, tú ¿en qué instituto trabajas?
_ ¡No! No soy profesora. Solo estaba pasando por la calle y como sentía simpatía por vosotros, me dejé llevar. – Mientras la señora de las gafas no se creía en lo que estaba escuchando, la joven se sobresaltó al mirar el reloj. – ¡Vaya! ¡Qué tarde es! Tengo que irme antes que se cierre correos.
Se levantó rápidamente y caminó hacia la puerta cargando consigo toda la determinación que la caracterizaba.
Ahora dime, ¿Has encontrado la empatía?
Espero que sí. He resuelto compartir ese relato porque creo en la importancia de hacer crecer dentro de nosotros la empatía. Debemos ejercitar esa capacidad de ponerse en el lugar del otro, ver las cosas a través de sus ojos y sentir con sus sentidos.
La empatía mata el prejuicio y el egoísmo.
El relato que escribí esta basado en una situación real y es un homenaje a mi hermana Francine, una mujer determinada y llena de empatía.
Sí quieres leer más sobre la empatía te dejo otro texto donde hablo sobre las Neuronas Espejo y su relación con la empatía.
Recuerda que «La Caja de Imaginación» es un instrumento de comunicación bilateral. Me encantará recibir tus comentarios. Gracias por pasarte por aquí y hasta pronto.
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