Ayer una de mis alumnas de brasil me dijo que fue invitada a dar una charla a un grupo de profesores de Escuela Bíblica Dominical (lo que para el catolicismo sería algo parecido a la catequesis), y para ello me pidió orientación.
Me parece todo un avance que las iglesias o las entidades religiosas en general se empiecen a preocuparse con las emociones de las personas que asisten a sus reuniones, principalmente con los niños.
Desde hace bastante tiempo trabajo con niños, dentro y fuera de las iglesias, y siempre me preocupé con sus emociones y por ello desarrollo actividades de educación emocional también ne la iglesia.
Hablando especificamente de entidades religiosas, he observado que gran parte de los problemas que surgen entre los miembros y de ellos hacía el mundo que le rodea, tiene una base emocional.
Creo que debemos enseñar desde muy temprano a ejercitar la empatía, la asertividad, la consciencia emocional y la gestión de las emociones.
El propio Jesucristo lo hizo por medio de sus enseñanzas y ejemplo de vida. Lloró con los que lloraban, enseñó que amáramos a nuestros semejantes como a nosotros mismos… si solo practicáramos este mandamiento todo en la vida sería mucho mejor. Se trata de algo extremadamente profundo, que deberíamos evaluar bien. Nadie puede amar a otros si no se ama a si mismo… ¿que es el amor? ¿quién es mi semejante? ¿por qué levantamos tantas banderas? ¿qué nos hacen las banderas que levantamos?
Analisando toda esta temática, el gran psiquiatra brasileño Augusto Cury escribió este libro «El Maestro de las Emociones» el cual es el segundo libro de la colección Análisis de la Inteligencia de Cristo. En este libro Augusto Cury estudia las emociones de Jesús y explica cómo él fue capaz de soportar las mayores pruebas en nombre de la fe. Su incomparable inteligencia y personalidad hacen que él sea el perfecto punto de inicio para una investigación acerca del funcionamiento de la mente y su sorprendente capacidad de superación.
Bueno, la verdad es que las emociones inciden sobre todos nosotros. Por eso conocerlas, reconocerlas y gestionarlas es imprescindible, ¿no crees?