(Você pode ler esse post em português clicando em: Vergonha)
Hay situaciones que nos hacen sentir tan avergonzados a punto de desear hacer un agujero en el suelo para esconderse. Creo que todos hemos pasado por situaciones como esta.
En una ocasión, durante una fiesta de mi pueblo, salí a pasear vestida con una falda, que en verdad era un tela rectangular atada alrededor de la cintura. ¡Era la moda del momento! Cuando de repente, en medio de una multitud de personas, el nudo se deshizo y … bueno … la falda cayó al suelo. ¡Fue vergonzoso! Lo creas o no, esa no fue la peor vergüenza de mi vida.
En otra ocasión, yo pedaleaba por la ciudad vecina cuando me decidí bajar de la acera a la calle. No me di cuenta de que la alcantarilla no tenía tapa y la rueda de la bicicleta entró de lleno en ella. Resultado: En cámara lenta, la rueda trasera empezó a levantarse, haciéndome caer de cabeza al suelo, agarrada al manillar, digno de Matrix. Sin embargo, esa tampoco fue la peor vergüenza de mi vida. Solo te compartí estas dos experiencias horribles para que puedas comprender la extensión de la vergüenza que pasé.
Ahora, sin más preámbulos, vamos a los hechos.
Tras años sumida en un estilo de vida sedentario, decidí volver a practicar mountain bike. ¡No fue nada complicado! Agarré mi MTB polvorienta y busqué un carril bici cercano a mi casa que me llevó a una playa preciosa. Después de dos semanas en ese ritmo, ya me sentía casi lista para mi primera incursión en rutas de montaña.

Era un sábado por la mañana, el día en que todos los ciclistas dejan el redil. Había llegado a la playa, que estaba a unos 10 kilómetros de mi casa. Tomé un poco de agua, descansé un ratito y me dispuse a regresar. Cuando bajé de la acera percibí que algo no iba bien. Miré hacia atrás … no me lo podía creer! El neumático estaba plano.
A lo mejor pensarás: «¡Qué tontería! Sólo hay que cambiarlo. Después de todo un ciclista debe estar preparado para estas situaciones.» E verdad, estás en lo cierto … pero … (¿cómo decirlo?) … Había dejado el repuesto en casa. ¡Sí, ya
En la bolsa de sillín (que debía contener la cámara de repuesto) llevaba: la llave de la casa; una bolsa impermeable (el sábado anterior mí móvil se había ahogado en un aguacero); y el móvil (que no servía de ayuda porque no tenía a nadie a quién llamar).
Miré mis posibilidades y decidí regresar a casa empujando la bicicleta. ¿Te dije que era sábado y que todos los ciclistas habían dejado el redil? Bueno, antes los 300 metros pasé primer momento embarazoso:
_ ¿Tienes neumáticos de repuesto? – Preguntó un ciclista con la intención de ayudarme.
_ ¡Gracias! Pero no tengo cámara. – El pobre me miró con cara de perplejidad. Para aliviar la tensión del momento, le dije. – No te preocupes, estoy acostumbrada a caminar. ¡Son sólo 10 kilómetros! De todos modos, gracias! – Allá se fue mi primer grande momento de vergüenza.
Durante los próximos 6 kilómetros la misma conversación se repitió 30 veces. No, no estoy exagerando. ¡Porque eso sí, los ciclistas son muy solidarios! Sin embargo, ya no soportaba repetir una y otra vez que se me había olvidado el repuesto. Ya no soportaba sus caras de pena. Era demasiada vergüenza para una persona en un sólo día. Si pudiera construiría un túnel hasta mi casa.
¿Qué aprendí?
Aprendí que es muy vergonzoso no estar preparada para una situación, que yo sabía que podía pasar. Yo sabía que siempre debería llevar conmigo una cámara de repuesto, pero decidí dejarla en casa. ¡Eso no una falta de previsión, es una estupidez!
Aprendí de que no vale de nada tener una buena bicicleta, vertirse con ropa adecuada, llevar casco y guantes … si no estoy listo para los problemas que pueden surgir por el camino. La mayoría de los problemas son predecibles!
Esto vale para todo en la vida. Predecir los contratiempos, prepararse para ellos y actuar sin dilaciones te ahorrará mayores problemas y grandes vergüenzas.
Por último, quiero contarte el final de la historia: cuando faltaba alrededor de 4 kilómetros para llegar a casa, pasó por mí otro ciclista (¿y qué? Uno más) Hizo la misma pregunta, le di la misma respuesta y se fue como los demás. Al rato regresó.
_ Te propongo algo – me dijo. – Tengo una cámara de repuesto, la ponemos en tu bicicleta y luego pasamos en tu casa. Tú me das tu cámara de repuesto y yo siga mi camino.
Eso hicimos. ¡Gracias, Víctor! Me ahorraste otros cuatro Kilómetros de vergüenza.
¡Gracias por tu visita! Aprovecha que estás por aquí y echa un vistazo en las demás entradas. Espero tus comentarios y hasta breve.
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Lo de la falda tuvo que ser todo un momentazo, jeje.
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Sí, para no olvidarlo jamás jejejej. 🙂
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