Despacio

Cada paso era un calvario. Un pie tras otro, con dificultad, con dolor, pero sin perder la determinación habitual. Así anduvo por 20 metros que parecieron 20 kilómetros. Se sentó lentamente en un banco de madera y sintió un dolor sordo en la cadera. La sonrisa que siempre había sido su compañera inseparable ya no estaba con ella. Su piel apagada y los ojos arrugados de dolor le dejaban con más años de lo que realmente tenía. Esperaba. Mientras esperaba observó el mundo a su al rededor. Todo parecía igual, pero ella había cambiado. Las personas iban y venían rápidamente a través de la puerta automática; llegó una ambulancia transportando a alguien cuya vida pendía de un hilo; una señora caminaba rápidamente llevando documentos bajo el brazo. «Islas! Somos todos islas!» – Pensó, resignada. «- Vivimos aislados en nuestro propio microclima.» Posó la mano sobre vientre y se acordó de que estaba vacío. Una vez más el dolor dominó sus sentidos. Sin embargo, no era un dolor físico, que este también estaba, era otro dolor. El dolor de los que no habían amado lo suficiente. El agudo dolor de percibir su falta solamente después de la pérdida. Dos semanas antes todo era diferente. Había pasado por las puertas del hospital con la ilusión de ver por primera vez su pequeño bebé. En aquel momento la sonrisa era todavía su compañera. Habló de manera relajada con el ginecólogo y cogió con firmeza la mano de su marido, mientras la máquina de ultrasonido recorría su vientre y … Se dio cuenta. La sonrisa del doctor había desaparecido, algo andaba mal. El pequeño cuerpo estaba inerte, no había más vida dentro de ella; fue la noticia que de pronto recibió. El médico explicó que su pequeño corazón había dejado de latir hacía cuatro semanas. Durante estas cuatro semanas, su útero había sido una tumba, sin que ella se hubiera dado cuenta. El coche se detuvo a pocos metros, y ella se levantó lentamente para evitar el dolor. Pero el mayor dolor no podía ser evitado, ya que en su interior sabía que no había amado lo suficiente. (Claudine Bernardes)
Perder a alguien siempre trae demasiado dolor, puedo decirlo desde el punto de vista de alguien que ha sufrido muchas pérdidas. Recuerdo lo mucho que he sufrido y cuánto lloré al ver el cuerpo sin vida de mi padre cuando tenía sólo siete años. Lloré desconsoladamente durante horas, lloré durante días, hasta que poco a poco el dolor fue pasando. Pero el dolor de la pérdida, sumado al remordimiento es algo que realmente puede ser destructivo. Muchas personas caen en la depresión después de pasar por una experiencia semejante. Hijos que no hicieron lo suficiente por sus padres; padres que no mostraron amor como deberían; esposos y esposas que solo se dieron cuenta de lo mucho que amaban después de perder. Si estás pasando por algo semejante, te dejo algunas sugerencias que pueden servir de ayuda:
1 – Hacer el duelo: es posible que muchas personas con el deseo de ayudarte, pero con poca sensibilidad, digan: «Levanta la cabeza y sigue adelante». Pero, antes de levantar la cabeza y seguir adelante es importante pasar por un período de duelo. ¿Qué es el duelo? Tal como se define en el Diccionario Priberam, duelo es el proceso durante el cual un individuo puede desligarse progresivamente de la pérdida de un ser querido. La psicóloga Clarissa Franco enseña que «El proceso de duelo es necesario para la reconstrucción de la persona que pierde a alguien. Y como todos un día harán frente a la pérdida, es importante construir un espacio colectivo que legitima el duelo como algo necesario, no solamente para la persona que sufre el duelo, sino también para la sociedad. El proceso de duelo regresa a los afligidos la oportunidad de una nueva historia. » Por lo tanto, llore sin miedo, es un derecho y una necesidad.
2 – Aceptar el apoyo de amigos y familiares: Es normal que después de una pérdida, sea necesario un espacio propio para vivir el duelo. Yo necesité este espacio! Pedí a mis amigos que oraran por mi recuperación emocional, pero también les pedí que me dejaran un espacio para pasar por el duelo. Elegí retirarme un tiempo hasta que me sentí capaz de hablar sobre el tema sin romperme en llanto. Por otro lado, tener gente a mi alrededor, como mi marido y mi madre (personas que respetaron mi silencio) me sirvió de apoyo moral y me ayudó mucho.
3 – Expresar los sentimientos: Una vez que ya te encuentres en condiciones de hablar de tu pérdida, exterioriza tus sentimientos. Hable con personas de confianza. Si te sientes culpable por no haber dado tu mejor; si el remordimiento te está ahogando; hablar de ello puede ayudarte a ver las cosas de manera diferente. Es importante poner voz a este sentimiento. Algunas personas prefieren convertir los sentimientos en palabras, si es tu caso, ¡hazlo! Te puedo asegurar que también funciona.
4 – Perdónate: Nadie es infalible, tampoco tú. Todos nos equivocamos, aceptar esta realidad, perdonarse y aprender de esta experiencia te ayudará a superar tu dolor. Tenga en cuenta que autoflagelarse con el remordimiento puede convertirte en una persona amargada. Las personas amargas no pueden amarse y tampoco, amar a los demás. ¿Es lo que quieres para ti?
5 – Busca consuelo en Dios: A lo mejor me contestes: «Esto no lo puedo hacer, porque no soy una persona religiosa.» ¡Bien! Yo tampoco. Dios no es religión, es amor y el amor es una relación. En Mateo 11:28, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.» Habla con Él, dile cuanto te sientes adolorido y frustrado, llora, pide perdón y acepta el perdón. Como alguien que vivió la experiencia de la pérdida y remordimiento en primera persona, te puedo asegurar que recibir el abrazo de Dios ayuda mucho.
Por último, tenga en cuenta que todo en la vida pasa. Deja que la vida siga fluyendo, porque «Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría» (Salmo 30: 5b)

También te dejo otros textos relacionados de blogueros especializados: Duelo gestacional y perinatal: El dolor silencioso. Y ¿Cómo superar la pérdida? El duelo.
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